Budapest (casi un mes después)

7 minutos

Mejor tarde que nunca, y la inspiración para escribir sobre nuestro viaje me acaba de venir en este momento. Si hace seis meses me hubieras dicho que iba a irme a Budapest con personas que ni siquiera conocía en ese momento no me lo hubiera creído, y menos que iba a cumplir 19 años ahí con ellos en otro país y, además, que vería nevar por primera vez.

No es que yo fuera con las expectativas bajas, de hecho me encanta viajar y creo que no hay destino al que no tendría ganas de ir, pero esta ciudad las ha superado todas. Me ha encantado absolutamente todo, desde su arquitectura hasta su gastronomía (no tanto la gente, aunque suene un poco controversial, pero al menos con los que nos cruzamos nosotros no podían ser más bordes). Yo siempre suelo viajar en verano y no precisamente a lugares tan fríos, si ya de por si llevaba mal el frío de Madrid, en Budapest no me quería ni imaginar, pero al final se estuvo muy bien. Nos quedamos en un lugar bastante céntrico pero caminábamos muchísimo cada día intentando ver el máximo número de cosas posibles y así aprovechar el poco tiempo que teníamos.

Día 1:

Después de llegar y repartirnos las habitaciones decidimos tomárnoslo con calma y recorrer la ciudad a nuestro aire. Como buenos estudiantes de arquitectura que somos, llegamos al parlamento, que es impresionante, pero quisimos seguir caminando para ver más. Llegó un momento en el que estábamos en Buda, al otro lado del río ya que nos quedábamos en la zona de Pest, muy lejos del apartamento, muy cansados y con los pies destrozados, creo que se refleja muy bien en nuestras caras:

Ese día tuvimos la maravillosa experiencia de comprar en un supermercado en el que te empujaban una media de tres veces al minuto y acabamos cenando en el apartamento viendo la gala de Operación Triunfo.

Día 2:

Tuvimos que madrugar, cosa a la que yo por lo menos estoy más que acostumbrada ya, porque hoy tocaba nuestro primer «free» tour. Nuestra guía, Martina, era húngara pero había vivido cinco años en España y hablaba perfectamente el español, nos llevó por toda la ciudad, nos contó la deprimente historia de Hungría y nos enseñó un poco de húngaro. Este tour me gustó muchísimo, desde hace un tiempo, cuando viajo, siempre el primer día intento ir a un free tour porque no hay mejor forma de conocer la ciudad que estás visitando que acompañado de un local. Para comer entramos en el restaurante más típico que encontramos, yo me pedí una sopa de gulash a la que le doy un 8/10 y eso que para la comida soy bastante especial. Seguimos luego a la basílica de San Esteban donde descubrimos que estaba enterrado Puskas, que debe ser algo así como su héroe nacional. Nos pareció tan curioso que para poder verla le dijimos al de seguridad que si nos podía llevar como favor ya que éramos muy fans, y este accedió, fue un momento bastante surrealista ir por los pasillos hasta llegar a dónde se encontraba la tumba. Descubrimos más tarde las chimeney cakes, las de canela están increíbles.

Día 3:

Nuestro itinerario para este día era el más completo. Por la mañana tocaba recorrer la zona de Buda, el palacio, el bastión de los pescadores…Obviamente nos comimos otra chimeney cake y después fuimos al mercado. El mercado no fue de mis cosas favoritas, no tenía nada de especial, aunque encontré espacios con perspectivas muy interesantes para dibujar, ahí almorzamos y nos pedimos la última cosa típica que nos había dicho Martina que teníamos que probar si o si, un lambós. básicamente una bomba de grasa, era una especie de masa frita, recordaba a los churros pero en forma de pizza y encima le podías poner un poco lo que quisieras, aunque la típica, que fue la que yo me pedí, fuera de crema agria y cebolla, y mucho mucho queso también.

Nos dimos prisa porque teníamos que llegar a otro tour, el del barrio judío y madre mía que tour. Para empezar nada más vernos llegar nos dijeron que aunque se tratara de un «free» tour era «free» de libre, no «free» de gratis, pero claro solo para nosotros porque éramos un grupo grande de diez personas. Así que nos vimos con la opción de pagar 10 euros cada uno y hacer el tour o irnos pero tener que pagar 5 euros cada uno igualmente al haber reservado y por ser esa la política de la empresa. Decidimos hacerlo pero fue la decisión equivocada, lo que nos habían vendido como un tour emocionante y conmovedor no fue otra cosa que una chica leyendo frases de Wikipedia durante 3 horas seguidas y además con lluvia, frio y relativamente enfadados (algunos más que otros) por haber sido timados de esa manera. Un 3/10.

Al menos conocimos la existencia de los ruin pubs, unos bares que se encuentran sobre todo en este barrio y que se pusieron de moda a raíz de que a alguien se le ocurriera dejar su bar sin reconstruir después de la guerra y directamente decorarlo con antigüedades y con objetos que aparentemente no tenían nada que ver entre si, fuimos al original, el Szimpla, al primero de todos. Me pareció un lugar muy autentico. Después nos tocaba otra de las cosas que más ilusión me hacían, el crucero por el Danubio, me pareció la mejor forma de ver ese parlamento, el más grande la Unión Europea, desde el río e iluminado. Esa noche comprobamos como era la fiesta en Budapest, me lo pasé genial pero creo que me quedo con la española.

Día 4:

Aunque destrozadas nos despertamos con ganas, hoy tocaban las termas. Cuando le dije a mi familia que me iba a Budapest me dijeron todos que si o si fuera a unas termas, resulta que son famosas. Me encantó pasar el día allí, el contraste con el frío de fuera con los 40 grados o más de las piscinas era una sensación increíble. Lo mejor fue una zona, creo que exclusivamente llena de españoles, en la que se formaba un remolino por la gente que iban todos en la misma dirección. Esa noche volvimos a cenar en el Airbnb y vimos el derbi, experiencia traumática para algunos. Y bueno al día siguiente sería mi cumple, al principio no estaba muy convencida de querer cumplirlos fuera de mi casa sin mi familia y mis amigos, pero realmente fue uno de los mejores que he tenido en mi vida. Realmente lo celebramos a la una, con el horario canario y volvimos a repetir en el Instant nuestra discoteca de confianza llegado ese punto.

Día 5:

El plan del último día fue la nieve, obviamente teníamos muchas cosas pensadas pero el hecho de que nevara las hizo mil veces más divertidas, es verdad que la nieve en si sí que la he visto un par de veces, pero nunca me había nevado hasta ese momento. Parecíamos niños pequeños lanzándonos bolas de nieve unos a otros y seguramente eso era como llevar un cartel de turista pegado en la frente porque al resto no les podía importar menos el hecho de que estuviera nevando, pero nos lo pasamos genial.

Este viaje me ha servido de inspiración en muchos sentidos, en el arquitectónico también, no conocía nada de la arquitectura de esta ciudad y ahora no me puede llamar más la atención. Ojalá tener la oportunidad de volver en algún momento de mi vida.

P.D.: Pablo se llevo una cámara analógica al viaje, fue de las mejores decisiones porque salieron fotos increíbles:

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